ARTÍCULO APARECIDO EN EL NÚMERO 15 DE LA REVISTA SCRIBERE
Algunos autores son tan perfectos que resultan inalcanzables. Otros parecen más asequibles y te animan a escribir. Soy escritora gracias a autores como Pío Baroja.
En el colegio, la profesora de literatura nos explicó que Baroja cometía muchos errores. Esto me marcó. ¡No todos los dioses de la escritura residían en el Olimpo! Desde entonces me dediqué a buscar errores en sus textos. Cuantos más descubría, más factible me parecía el sueño de convertirme en escritora. Así que aprovechaba cualquier ocasión para aproximarme a mi autor fetiche. Por aquella época, pasaba a menudo en coche delante de la casa donde Baroja veraneaba, en Vera del Bidasoa. Y, cada vez, pedía a los mayores que aminoraran la marcha y pegaba la mano al cristal de la ventana. Aunque sabía que Baroja había muerto hacía tiempo, sentía que casi tocaba mi sueño y al autor que tanto me fascinaba. Casi.
Porque, pese a las apariencias, Pío Baroja es uno de los grandes y su estilo literario no está al alcance de cualquiera. Que no os confundan sus errores gramaticales, la estructura errática de sus novelas y sus múltiples personajes secundarios sin finalidad aparente (le bastaban dos brochazos para crear un personaje sugerente y ¡luego se permitía el lujo de desecharlo!). Sus errores no eran fruto del descuido.
Hemingway se confesaba deudor de Baroja

Pío Baroja en Vera de Bidasoa
Baroja escribía como escribía por temperamento y convicción. Era anárquico e impaciente; todo un carácter. Huía del lenguaje afectado con el que en su época se identificaba a la gran literatura. Utilizaba el párrafo corto, los diálogos vivos y la sencillez porque así era como sentía la vida. Natural, fresca, espontánea. No le interesaban las reglas ni la corrección lingüística. Y aunque su obra siempre provocó polémicas, sus contemporáneos terminaron comprendiéndolo y ocupó un asiento en la RAE.
El tiempo acabó dándole la razón y Baroja ha envejecido mejor que sus detractores. En la actualidad, su estilo resulta asombrosamente moderno. Para aquellos a los que os extrañe esta afirmación (influidos por las fotografías rancias que aparecen en los libros de texto) os informo que Hemingway se consideraba deudor suyo. Así que muchos de los cuentistas modernos han bebido, sin saberlo, de la fuente de este viejo cascarrabias.
¿Significa entonces que debemos imitarle e ignorar la gramática? Don Pío ya se adueñó de esa opción. Lo que os propongo es algo todavía mejor: aprended de su libertad artística. Baroja fue un espíritu libre. Escribió sin imposiciones de modas, del qué dirán; sin complejos. Parece fácil, ¿no?, algo al alcance de cualquiera. De niña yo también lo creía cuando pegaba la mano al cristal de la ventana.