ARTÍCULO APARECIDO EN EL Nº 4 DE LA REVISTA CAPÍTULO 1
Si la literatura se guiara por la lógica, algunos libros nunca habrían sido escritos. Olvidado Rey Gudú, de Ana María Matute, es uno de ellos.
En primer lugar, por el simple hecho de su aparición. Lo publicó en 1996, tras veintiún años de silencio narrativo (roto en tres ocasiones para escribir algún relato corto y cuentos para niños). Y es que el equilibrio emocional de Ana María Matute siempre fue frágil. Nunca se pudo recuperar del todo del trauma que le causó en su infancia la guerra civil. Ni de la pérdida de la custodia de su hijo al separarse de su marido en 1963 (entonces las leyes así lo penalizaban). O de la muerte de su gran amor años después (aunque ya llevaba un tiempo sumida en la depresión).
Y en segundo lugar, por su audacia. Para entonces Ana María Matute ya no tenía nada que demostrar. Había sido propuesta en tres ocasiones para el Premio Nobel. Había ganado el Premio Nadal y el Premio Planeta, entre otros. Y gozaba del reconocimiento unánime de la crítica y del público.
¿Para qué arriesgarse a escribir un libro de fantasía para adultos?
Os recuerdo que en 1996 el género aún no había experimentado el auge actual. Entonces se dirigía principalmente al público juvenil y su calidad literaria estaba en entredicho. Cierto que la autora siempre había coqueteado con el surrealismo, pero esto era diferente.
Además, las últimas obras de los grandes escritores suelen mostrar grandes alardes técnicos, pero su interés narrativo acostumbra a decaer. No es el caso de Olvidado Rey Gudú. Se trata de la obra favorita de nuestra escritora y está considerada su gran obra maestra: un clásico de culto. En este libro de casi mil páginas, el talento y la magia de Ana María Matute estallan en las manos de un lector triplemente asombrado.
Por su lirismo: el dominio del lenguaje de la autora es sencillamente magistral (atención a su sabia puntuación, que dirige el ritmo de lectura a través de las comas con mano firme y sutil). Como por su atmósfera y sus metáforas sobre el alma humana. Y, finalmente, por ese pesimismo inevitable que rezuman todos los personajes e historias de la novela. Retrotraen a la Ana María de once años, aterrorizada por el odio que escupían los hombres por entonces en forma de bombas, incapaz de comprender lo incomprensible.
2 comentarios
Excelente homenaje a Ana Maria Matutes, como a todos los autores tocados por Beatriz-. Un don descriptivo que cautivaria a los propios autores-.
Enhorabuena 🙂 !!!
Gracias!!!