Más que una novela al uso, se trata de un ensayo novelado. Y un ensayo polémico, como todas las obras de Houellebecq.
Se puede estar a favor o en contra de Houellebecq, pero hay que leerlo. Porque te obliga a pensar. El lector nunca termina sus novelas igual que cuando las comenzó. Se reafirmará en sus creencias, las corregirá o rechazará. Pero tendrá que enfrentarse a ellas. Lo que, para nuestra sociedad adormilada, supone todo un revulsivo. Apretando sobre sus puntos débiles, el autor estimula su capacidad de raciocinio y de crítica. Dos de las cualidades que más le han permitido progresar.
En esta novela, el autor dirige sus dardos contra el Mayo del 68 francés y la liberación sexual. Os transcribo alguna de sus frases más llamativas. “La familia era el último islote del comunismo en la sociedad liberal. La última comunidad que separaba al individuo del mercado”. Nuestra sociedad “ahoga el sentimiento trágico de la muerte en la sensación más general e insulsa del envejecimiento”. “El anciano solo podía valerse de su derecho a sobrevivir a condición de una coordinación suficiente de sus funciones orgánicas. Se introdujo el concepto de dignidad humana”. “La regresión de las sociedades occidentales desde 1945 se produjo con la afirmación de todos los derechos del individuo frente a las normas”.
La mirada lúcida de un desarraigado
El argumento de la novela es secundario. Tan solo un vehículo eficaz para hacer llegar al público ciertos mensajes. Narra la historia de dos hermanastros abandonados por la madre para irse a vivir a una comuna. Michel, el mayor, es un biólogo molecular que crece al cuidado de su abuela. Un hombre incapaz de sentir emociones. Sus descubrimientos cambiarán el futuro de la humanidad. (La novela pertenece al género de la ciencia ficción). Bruno, el menor, que creció en varios internados, se convertirá en un insaciable adicto sexual atrapado en un matrimonio desgraciado.
La base autobiográfica es muy evidente. Los padres de Houellebecq también lo desatendieron y tuvo que irse a vivir con su abuela a partir de los seis años. El autor siempre ha reconocido las carencias afectivas de su infancia y el dolor que todavía le provocan. Pero el sufrimiento influyó de forma positiva en la perspectiva de sus escritos Porque solo un desarraigado como él podría distanciarse lo suficiente de la sociedad de su época para analizarla con tanta lucidez.