El domingo 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. Una buena forma de recordarnos la importancia de la lectura. En especial en una sociedad que cada vez lee menos.La celebración del Día del Libro no debería movilizar solo a la industria editorial. Ni a una minoría de intelectuales que con sus poses gregarias lo único que consigue es alejar la lectura del gran público. Tampoco debería convertirse en una actividad más con la que entretener a los niños. Porque, con la lectura, una sociedad se la juega. Y no es una exageración.
Os invito a leer el discurso de Mario Vargas Llosa el día que recibió el Nobel, en 2010. «Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos. Más conformistas, menos inquietos e insumisos. El espíritu crítico no existiría». El escritor recordaba que una de las primeras medidas que suele tomar un régimen totalitario es censurar libros. Es curioso que un gesto tan simple como abrir un libro y pasar las páginas (físicas o digitales) resulte tan transgresor. Nosotros apenas le damos importancia. ¡Pero vaya si la tiene!
Hoy en día, la lectura es subversiva y revolucionaria
Porque la lectura vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular. Leer nos enseña a pensar. Nos inculca el hábito de profundizar sobre los temas. De tomarnos tiempo para analizar las distintas soluciones que se nos proponen ante una disyuntiva. En una sociedad que apenas tiene tiempo para leer los caracteres de un tuit, que se atiborra de debates televisivos donde los «expertos» en todo tipo de temas apenas tienen un minuto para expresarse, y donde se dedican al fútbol y a otros deportes análisis más profundos y mayores tiempos de programación que a nuestros problemas fundamentales, leer es una actividad extraña. Hoy en día, un lector es un provocador, un subversivo, un auténtico revolucionario contra la superficialidad y el borreguismo que se ha instalado en nuestra sociedad.