Borges califica a Wilkie Collins como “el maestro del arte de la intriga y del suspense”. Sin este autor inglés no se entendería la actual novela policíaca y de misterio.
“La dama de blanco” es una de sus mejores novelas. Y, a pesar de sus más de 800 páginas, se lee a una velocidad vertiginosa. Fue publicada inicialmente por entregas, y eso se nota. El autor tenía que mantener al lector impaciente entre cada bloque con giros de la trama que enlazaba sin descanso hasta el final. Debo que reconocer que, en el último tramo de la novela, alguno de esos nudos me parecen excesivos. Pero me ocurre lo mismo con los grandes best sellers de Jo Nesbo, Ken Follet o Stieg Larsson. Os puedo asegurar que todos los recursos de los que se valen estos autores contemporáneos ya aparecían en los libros de Wilkie Collins.
Y, sí, la novela tiene algo de folletinesco. Pero también contiene elementos de otros géneros. Melodrama, romanticismo, suspense, investigaciones policíacas e incluso algo de terror sobrenatural en el inicio. El autor los mezcla con tal destreza que al final obtiene una obra maestra. Por eso es uno de esos autores que se recomienda leer a los escritores, y a todos aquellos que aspiren a serlo.
Una novela adictiva desde la primera página
Una de las claves para que la novela mantenga al lector pegado a sus páginas es la estructura. En su día este recurso se consideró todo un hallazgo, aunque después se ha empleado con frecuencia, por lo que ha perdido originalidad para el lector actual. El autor emplea distintos narradores, con su particular voz y perspectiva de los hechos, para ir avanzando en la historia. De esta manera, al lector le llegan los personajes con tanta fuerza y proximidad, que lo atrapan de forma irremediable. Así que cuidado con ojear las primeras páginas, vais a sucumbir con toda seguridad. Prevenidos quedáis.