ARTÍCULO APARECIDO EN EL NÚMERO 14 DE LA REVISTA SCRIBERE
La belleza de un texto literario no es una cuestión meramente formal.Afecta a las emociones del lector, a su imaginación, a su memoria. Si ese mismo mensaje se expresara de forma más práctica, no tendría el mismo impacto. Cuando compramos un regalo, lo envolvemos: podríamos entregarlo sin adornos, pero la experiencia para el que lo recibe no sería igual. De la misma manera, todo escritor debería buscar la belleza en el lenguaje, las imágenes, las situaciones; incluso el de ciencia ficción o el de novela policíaca. ¿Acaso no puede ser bello un paisaje lunar, la escena de un crimen? Para aprender a conseguirlo os recomiendo leer a autores que os conecten con vuestro particular concepto de belleza. En mi caso, la belleza en literatura está muy unida a la música, a un ritmo pausado (no aburrido), a una prosa poética… a Katherine Mansfield.
Una de las maestras del cuento moderno

Katherine Mansfield
Mansfield es una de las maestras del cuento moderno del siglo XX. Pura sensibilidad. Su prosa es exquisita y delicada, cargada de imágenes y detalles aparentemente superfluos pero muy sugerentes, como sus diálogos. En algunos de sus cuentos parece que nada ocurre, al menos en la superficie. Porque Mansfield, como su admirado Chejov, es una de esas escritoras que te obligan a releer. Sus textos te susurran que detengas un instante tu vida frenética, que te estás perdiendo algo importante. Mansfield te eleva, provocándote emociones casi olvidadas. Es una mañana de domingo antes de que el mundo se despierte, una infinita tarde de verano: uno de esos paréntesis imprescindibles para encontrarte, para pensar.
Su obra no es muy extensa, murió joven, y puede recopilarse en un solo volumen. Algunos de sus mejores cuentos son: Felicidad (que entusiasmaba a Cortázar), La mosca, La casa de muñecas, La fiesta en el jardín, En la bahía, Las hijas del difunto coronel, El canario, Esta flor…
Tal era su talento, que la inmensa Virginia Woolf (ambas pertenecían al Grupo de Bloomsbury) escribió en su diario el 16 de enero de 1923: “Katherine murió hace una semana. […] Y sentí… ¿Qué sentí? ¿Un repentino alivio? ¿Una rival menos? Luego, la confusión de sentir tan poca emoción… Y después, gradualmente, vacío y decepción; y un abatimiento del que no pude recuperarme en todo el día. Cuando me puse a escribir, me pareció que escribir no tenía ningún sentido. Katherine no lo leerá.”
1 comentario
Me gusta como tocas el tema de la belleza en la literatura.Y Katherine Mansfield.Porque he sido una asidua lectora de sus cuentos.Tambien ,me causa mucha tristeza que ella no este aqui,haciendonos olvidar ,por unos momentos el presente y transportandonos(a traves de sus narraciones ),a escenarios cargados de belleza y sensualidad