ARTÍCULO APARECIDO EN EL Nº 3 DE LA REVISTA CAPÍTULO
La imagen es uno de los recursos literarios más eficaces para provocar emociones en el lector.
Conviene aclarar que, en literatura, el término no se ciñe solo a lo visual, sino que evoca los cinco sentidos. Y las imágenes pueden ser auditivas u olfativas, por ejemplo.
El argentino Bioy Casares acudió a este recurso en su cuento En memoria de Paulina. Se trata de un relato deliberadamente frío que, sin embargo, sacude en lo más profundo al lector. En la época de su publicación (1948), Bioy creía que los novelistas, en su obsesión por lo psicológico y las descripciones, se habían olvidado de contar historias. Así que se dedicó a escribir literatura de argumentos, basándose en los modelos de las novelas policíacas y fantásticas. Y aunque En memoria de Paulina no sea un relato policíaco, utiliza algunos de los elementos más comunes del género. En concreto: la diseminación de pistas y el razonamiento lógico. Incluso su protagonista analiza los hechos de forma analítica; igual que un detective. O casi.
Porque un detective suele ser objetivo: investiga unos hechos ajenos a su vida. Pero es imposible que lo sea un narrador protagonista. Y por mucho que el tono con el que cuenta la historia evite los sentimentalismos, su subjetividad se cuela a través de las imágenes. Como la descripción que hace de Paulina al inicio del relato. “Paulina me dijo: Me gusta el azul, me gustan las uvas, me gusta el hielo, me gustan las rosas, me gustan los caballos blancos”. Gracias a esta imagen, el lector comprende que el protagonista está perdidamente enamorado de ella, con un amor profundo e irremediable, sin necesidad de que lo declare de forma explícita.
Un cuento con imágenes impactantes
Otro ejemplo de imagen impactante. “Al levantar los ojos vi a un hombre agazapado en el jardín. (…) La cara de Montero, apretada contra el vidrio mojado, parecía blanquecina y deforme. Pensé en acuarios, en peces en acuarios. Luego (…) me dije que la cara de Montero sugería otros monstruos: los peces deformados por la presión del agua, que habitan el fondo del mar”. Aunque el protagonista no dará importancia a esta visión, el lector presiente que algo terrible va a ocurrir. Después, por mucho que la historia continúe por otros derroteros, no se la quitará de la cabeza. Con razón.
Aún hay más imágenes sugerentes. “Evocaba el pelo despeinado, un pliegue del vestido, la vaga penumbra circundante, pero mi amada se desvanecía”. “Yo había olvidado esa cara hirsuta y casi negra”. «Ese diminuto jardín sugiere la misteriosa imagen de un bosque en el fondo de un lago. De noche, proyectores de luz lila y de luz anaranjada lo convierten en un horrible paraíso de caramelo”. Solo por ellas vale la pena acercarse a este grandísimo autor, injustamente engullido por la sombra de su íntimo amigo Borges. Y es que Bioy Casares, como Ícaro, voló muy cerca de sol.