Nació en Cuzco en 1539. Era hijo de un noble español (sobrino de Garcilaso de la Vega) y de una princesa inca. Fue el primero en reivindicar su condición de mestizo. “Me lo llamo yo a boca llena y me honro con él”.
Su obra representa el encuentro de dos culturas, la quechua y española. “Un hito clave en el largo camino del español”, según Vargas Llosa. Porque su obra Comentarios Reales de los Incas (cuya segunda parte se titula Historia General del Perú) está escrita en un español diferente. Con reminiscencias de la música y el colorido del quechua de su infancia y juventud. A partir de entonces, el español comenzaría a ser enriquecido por autores de las dos orillas del Atlántico. Con sus aportaciones se elevaría a sus cimas más altas. El destino quiso que Cervantes y el Inca Garcilaso murieran el 23 de abril de 1616 , en realidad Cervantes un día antes. Se sellaba así de manera simbólica el doble cimiento sobre el que se construiría el español en adelante. Hecho que las Naciones Unidas quisieron consolidar al declarar tal fecha como el “Día del idioma español”.
Para una lectora de origen español como yo, leer a un escritor hispanoamericano siempre impacta. La musicalidad, exuberancia y sensualidad de su lenguaje se asemejan a saborear una fruta jugosa. A internarse en una selva tropical. No puedo evitar compadecer a los lectores no hispanohablantes. Deben conformarse con leer una traducción, perdiéndose la gama de matices del español de todos los países que lo conforman. Ignoro cuál será la experiencia de lectura en el caso contrario, pero sin duda debe ser interesante.
Un testigo privilegiado de su época
Pero la obra del escritor no destaca solo por su calidad literaria. El Inca Garcilaso fue principalmente un historiador de la crónica del Imperio Inca y la conquista. Y aunque desde el siglo XIX comenzó a ponerse en duda la veracidad de algunas de sus informaciones, precisamente es su subjetividad la que da valor a su obra. Porque el Inca Garcilaso fue el testigo privilegiado de una época. De la familia de su madre no solo aprendió el quechua, sino las tradiciones e historia de un imperio que agonizaba. Sus maestros fueron los últimos que conservaban la memoria oral pura de su pueblo, de sus tradiciones y mitos, de las guerras civiles de Perú. Y todo desde una perspectiva diferente a la de los conquistadores. Comentarios Reales de los Incas constituye por todo ello el punto de partida de la literatura hispanoamericana.