A pesar de la fama de sus cuentos, para M. R. James la literatura siempre fue un pasatiempo.
Consideraba que su verdadera profesión era la de anticuario y medievalista, además de director de las prestigiosas King´s College y Eton. También era aficionado a la arqueología, a la paleografía y al arte eclesiástico. Se trataba de todo un erudito que, en su tiempo libre, se relajaba escribiendo cuentos de fantasmas. El paso de los años, sin embargo, ha relegado casi al olvido sus publicaciones «serias» . Hoy su nombre solo es recordado gracias a sus historias de fantasmas.
Y con toda justicia. Porque M. R. James modernizó las historias de fantasmas al ambientarlas en su época. Fue una apuesta arriesgada (pues los fantasmas parecen desenvolverse mejor entre las brumas del Romanticismo que en medio de la sociedad burguesa y mercantilista del autor), pero que resultó todo un éxito. El lector de la época podía identificarse perfectamente con sus nada crédulos protagonistas y las situaciones a las que se enfrentaban. Si además añadimos la tensión ascendente con la que se leen sus relatos y los toques de humor sutil (en forma de ironía) que va diseminando por sus historias, es fácil comprender su éxito. Pero es que también han sabido envejecer; son cuentos muy amenos incluso para el lector contemporáneo.
Escribir un buen cuento de fantasmas es muy difícil
Y eso que escribir un buen cuento de fantasmas no es sencillo. Es un género en el que es fácil caer en el ridículo y pocos son los autores que salen airosos de la aventura. Ya va siendo hora de que se reivindique un género considerado injustamente como menor. También resulta comprometido recomendar novelas o cuentos de fantasmas, pues como afirmaba Edith Whaton (otra gran escritora del género, aunque no sea su faceta más conocida por el público): «El médico que dijo que no había enfermedades sino solo pacientes, coincidiría probablemente en que no existen fantasmas, sino solo narradores de historias de fantasmas, ya que lo que provoca estremecimientos en uno, a otro lo deja apaciblemente tibio».
Pero yo me arriesgaré con El grabado, uno de los mejores cuentos del autor. A mi juicio, más que provocar miedo, genera intriga y un cierto desasosiego. Y es que, parafraseando a M. R. James, «incluso los ambientes entrañables y familiares pueden contener sus rincones sombríos».