ARTÍCULO APARECIDO EN EL NÚMERO 12 DE LA REVISTA SCRIBERE
Existen muchas razones para leer este cuento del padre Brown.
Una de ellas, por el ingenio con el que el autor engancha al lector y después resuelve el enigma. “¿Dónde escondería un hombre inteligente un guijarro?, en la playa… ¿Dónde escondería un hombre inteligente un cadáver?”. Otra, por su valor simbólico (nada es arbitrario en los cuentos de Chesterton, ni siquiera los apellidos de sus protagonistas). Podría nombrar muchas más, pero al lector-escritor le recomiendo analizar el tratamiento del paisaje.
El autor estudió dibujo y pintura, y esta vocación se refleja en sus escritos. Porque Chesterton no describe paisajes, los pinta con palabras. Se vale de técnicas pictóricas para detallar los colores y disponer los objetos ante el lector igual que en un cuadro. “Los árboles iban distinguiéndose como si al principio estuvieran dibujados con tiza y luego al carboncillo”. “Entre la cinta plateada de la mañana y la cinta verde del mar”. “Color verdeazulado como de pizarra”. La originalidad de sus paisajes no se ciñe al aspecto estético, también se prolonga en curiosas metáforas que contribuyen a crear una atmósfera determinada. “La línea azul de la costa destacaba como la vena de un dedo congelado”. “Las bien perfiladas almenas del castillo parecían de pan de jengibre”. “Grises eran los mil brazos del bosque”.
El paisaje como personaje

El cartel de la espada rota de Chesterton
Uno de los mayores logros de El cartel de la espada rota de Chesterton es la maestría con la que el paisaje se entrelaza a la trama, como si fuera otro personaje. Desde el inicio, el paisaje prepara el ánimo del lector para la historia terrible que relatará el padre Brown a lo largo de su paseo con Flambeau. Este camino simbólico se empinará, retorcerá y estrechará en paralelo a la historia; mientras que la luna, como la verdad, resplandece inmutable en la noche pura y blanca. En lugar de limitarse a enmarcar la acción, el paisaje intervendrá en el momento culminante del diálogo, y realizará un mutis en la escena final cuando Chesterton inserte un cambio brusco de color y de ambiente. Entonces el lector finalizará la lectura, pero continuará sintiendo el desasosiego de quedarse solo bajo la gélida luz de las estrellas.
¿Qué es lo que más os ha gustado de este cuento?